La Sociedad Psiquedélica de Barcelona | EDABEA
Psychedelic Society BCN
El pasado febrero se presentó en Barcelona la Psychedelic Society BCN o Sociedad Psiquedélica de Barcelona. Como muchos de vosotros sabréis, las Psychedelic Societies constituyen un movimiento global de sociedades psiquedélicas que están llevándose a cabo en diferentes países del mundo y de forma relativamente conectada. Normalmente se trata de países europeos y estados norteamericanos.
Según el artículo de José Carlos Bouso, publicado en el número 155 de Cannabis Magazine, parece que, de momento, se trata de una iniciativa puesta en marcha por un grupo de amigos interesados “en la psiquedelia, en la psiconáutica, en los estados expandidos de conciencia, en la psicología y la psicoterapia transpersonal, en el arte visionario, en las manifestaciones culturales de la cultura psiquedélica y, cómo no, en la ciencia psiquedélica”.
Partiendo de lo que cuenta Bouso, es muy probable que esta sociedad psicodélica barcelonesa surgiera durante la celebración de la conferencia Beyond Psyquedelics (más allá de los psiquedélicos), que tuvo lugar en Praga en octubre de 2016. Curiosamente, esta conferencia fue organizada por la Psychedelic Society de Praga.
En cualquier caso, la presentación de esta nueva sociedad barcelonesa se llevó a cabo en el centro cívico de Drassanes, en el Raval, y fue todo un éxito. Más de cien personas asistieron al evento.
Durante la presentación, se transmitió la idea de que “la Psychedelic Society BCN debe ser algo abierto, donde todo el que quiera participar pueda hacerlo, horizontal, que aglutine a cualquiera interesado en cualquier aspecto relacionado con la cultura psiquedélica”. Esta idea nos ha parecido elogiable, la verdad. Ojalá cuaje y se convierta en un lugar de encuentro, en una asociación participativa que reúna a personas interesadas en la psiquedelia.
Al parecer, Fernando Pardo fue uno de los conferenciantes que más entusiasmó al público con anécdotas sobre su juventud. Fernando, que estudiaba Filosofía en 1969 bajo el yugo de Franco, viajó a la isla de Wight para asistir al famoso festival que lleva su nombre. Una vez allí, buscó alguien que le vendiera tripis para disfrutar plenamente del concierto de Bob Dylan... y lo encontró. Fernando le pidió 25 tripis y su interlocutor le contestó que le vendería 50. Ante la disconformidad de Fernando, el vendedor le dijo que sólo le cobraría 25 y que los otros 25 debía regalaros en España a sus amigos.
Qué bonita forma de ver el mundo de las sustancias alucinógenas y los enteógenos, ¿verdad? Parece que haya pasado un siglo... “Una parte de la LSD que se fabricaba se vendía para patrocinar eventos como el de la isla de Wight y otras actividades artísticas y culturales, y otra parte se regalaba para que unos iniciados iniciaran a otros y la cultura psiquedélica pudiera perpetuase. Según Fernando, desde aquella vez que tomó tripis por primera vez y ya de vuelta a Barcelona, en esa ciudad nunca ha vuelto a faltar el ácido lisérgico, algo de lo que muchos de los que vivimos aquí podemos dar fe de ello” afirma Bouso en su artículo.
Lo cierto es que a España le vendrían que ni pintandas unas cuantas sociedades psiquedélicas repartidas por su territorio, al menos en los núcleos poblacionales más grandes. Lugares libres de debate e información donde conocernos un poco mejor a nosotros mismos. Son tiempos duros, donde la desigualdad y la injusticia se acentúan, donde las personas se sienten incomprendidas y frustradas... y como muchos de vosotros sabéis, hay ciertas sustancias que nos ayudan no sólo a mejorar nuestra calidad de vida (como en el caso de la ayuahuasca con ciertos patologías psicológicas o en el de las microdosis de psilocibina en la cefalea en racimos), sino que nos acercan un poco más a una comprensión integral sobre nuestra existencia, sobre nuestro propósito vital.
Es imprescindible que, en los tiempos que corren, las personas se conozcan mejor a sí mismas y al entorno de sustancias que las rodean. Las sociedades psiquedélicas pueden ser una inmejorable cura para la insensibilidad humana.
Artículo de Germán Carrera