Psilocibina y la Cefalea en Racimos | EDABEA
Psilocibina y la Cefalea en Racimos
25.000 personas en España están afectados por la cefalea en racimos o síndrome de Horton, de los cuales casi un 28% padece la enfermedad de modo crónico. Sin embargo, estudios recientes apuntan que los pacientes “no son manejados de una manera adecuada” y llaman la atención sobre “la pauta inadecuada del tratamiento preventivo”.
Un estudio internacional realizado recientemente por La fundación del cerebro y la Asociación Cefalea en Racimos Ayuda (ACRA), “con el objetivo de analizar aspectos clínicos, psicológicos y terapéuticos entre los afectados” nos ha dado una vista panorámica del estado de la cuestión en nuestro país.
Algunos de los datos más destacados del estudio son los referidos a la sintomatología, apuntando como síntomas más frecuentes la congestión nasal y la inyección conjuntival, presentes en aproximadamente un 70% de los pacientes. Por otra parte, la aparición de ataques de dolor durante el sueño ronda el 70% de los pacientes (72,9%). El estudio también advierte que la relación varón-mujer del síndrome de Horton en España, con una tasa de 2.3/1, parece ir igualándose de forma progresiva.
Según asevera el Dr. Jesús Porta Etessam, en el estudio de la ACRA: “Creemos que precisamente por su inadecuado tratamiento y, en ocasiones, la falta de respuesta a las terapias iniciales, los pacientes con cefalea en racimos valoran la posibilidad de recurrir a tratamientos no establecidos y productos sin eficacia demostrada. (…) Asimismo es notable el elevado uso de alucinógenos como tratamiento de las crisis”.
Explicitan sus datos que, de los pacientes que han encuestado para el estudio, casi un 20% había utilizado drogas alucinógenas alguna vez para tratar su enfermedad y el 5,4% lo hace frecuentemente. Y es que, ya desde hace unos años, se han venido publicando artículos que siguen la línea investigadora acerca de los efectos de la psilocibina, entre otros alucinógenos, en el síndrome de Horton.
Psilocybe Cubensis secas (Erik Fenderson, Wikipedia)
Estudios
Los primeros estudios observacionales fueron realizados por Sewell, Halpern y Pope, publicados en 2006 en el artículo “Response of cluster headache to psilocybin and LSD”. Entrevistaron a 53 pacientes de cefalea en racimos que habían consumido psilocibina o LSD para tratar su enfermedad.
Los doctores Sempere, Berenguer-Ruiz y Almazán en su artículo “Cefalea en racimos crónica: respuesta a la psilocibina” explicaban en referencia al estudio anterior que “la psilocibina ha podido abortar el ataque en 22 de 26 pacientes (85%) y tiene efecto preventivo en el 90% de los pacientes estudiados”.
Aunque el estudio de Sewell y sus colegas, como comentaban los doctores de Alicante, “tiene evidentes limitaciones (…) y un posible efecto placebo”, también “la psilocibina cuenta con la ventaja de tener tanto efecto abortivo como preventivo en los ataques de cefalea en racimos”. Y agregaban a su revisión bibliográfica que “el efecto de la psilocibina ocurre en dosis sub-alucinógenas, lo que indica un mecanismo de acción diferente al de sus efectos psicoactivos”.
Psilocybe tampanensis (Workman, Wikipedia)
Diez años después, en 2016, Halpern, de nuevo, pero esta vez con Karst, Bernateck y Passie publicaban “The non-hallucinogen 2-bromo-lysergic acid diethylamide as preventative treatment for cluster headache: An open, non-randomized case series”. Esta investigación trataba de ir un poco más allá, unificando conocimientos en aras de buscar el medicamento idóneo para el paciente, pues analizaba los efectos de un análogo del LSD (2-bromo-LSD), carente del efecto psicoactivo. Dichos efectos resultaron ser positivos para el tratamiento del síndrome de Horton pero aún insuficientes.
Sea como fuere, toda la comunidad científica parece coincidir en que los principales problemas de los tratamientos con sustancias psicoactivas como la psilocibina o la LSD se derivan de su situación de ilegalidad, que las relega a tratamiento alternativo. Esta situación frena el avance científico y dificulta las posibilidades de crear un medicamento derivado de estas sustancias que carezca de su efecto psicoactivo para comercializarlo en las dosis que más convengan a los pacientes.
En MAPS (Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies) continúan los estudios científicos en esta línea, investigando tratamientos alternativos a la psilocibina, como las semillas de componentes similares a los alucinógenos. Habrá que esperar a la ciencia y confiar en que pronto den con algún freno al dolor desmesurado de todos estos enfermos.
Artículo de Nina Slick